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martes, 13 de marzo de 2007

CRITERIOS Y BASES PARA LA CREACIÓN DEL NUEVO CANTO LITÚRGICO


CRITERIOS Y BASESPARA LA CREACIÓN DEL NUEVO CANTO LITÚRGICO

Benigna Carrillo Alday, M.Sp.S.

INTRODUCCION

Estamos viviendo una etapa muy importante en la vida de la Iglesia. Han pasado 30 años de la promulgación de la Constitución "Sacrosanctum Concilium", primer fruto del Concilio Vaticano II, que se propuso como finalidad "acrecentar de día en día entre los fieles la y vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia" (SC 1); y en el no. 2: "por eso la liturgia robustece también admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo".
Este llamado de la iglesia a la renovación de la liturgia ha tenido gran repercusión en elpueblo de Dios, en los diferentes aspectos de la liturgia. Aquí enfocaremos solamente lo que se refiere al canto litúrgico.
Es entusiasmante saber que el canto puede contribuir poderosamente a "la gloria de Dios y santificación de los fieles" (SC 112; MS 4); este entusiasmo se ha hecho patente a través de la enorme producción de cantos para celebrar la Eucaristía. Este hecho denota la vitalidad de la Iglesia. Qué triste hubiera sido si, ante la posibilidad de contribuir a la renovación de la liturgia por medio de la música, el pueblo de Dios hubiera permanecido indiferente.

La Iglesia como Madre y maestra, ha dirigido a sus hijos a sus sabias orientaciones en relación a las características que debe tener este nuevo canto litúrgico (SC cap. VI; MS y otros documentos más).
Este sencillo trabajo quiere aportar solamente algunos aspectos muy concretos que podrán servir al joven compositor, que se siente llamado a ofrecer a Dios y a la Iglesia el don que de él ha recibido: la música.

Estamos ante un panorama hermoso: el Espíritu de Dios suscita en su Iglesia numerosos movimientos juveniles, que son atraídos hacia una nueva oración de alabanza, bella, aún no lo conocen, a que se integren en el pueblo de Dios. Son momentos de encuentros juveniles en los que el canto es evangelizador y medio de oración con diferentes expresiones o manifestaciones externas. Hay en torno a estos grupos un gran florecimiento de composiciones de cantos con temas vocacionales o de encuentros con Cristo, que nacen llenos de gozo y espontaneidad juvenil; manifiestan una Iglesia vivificada por la presencia del Espíritu Santo, que los suscita, ya que proclaman a JESUS como Señor y a Dios como Padre.

Los textos de algunos de estos cantos no son precisamente bíblicos o litúrgicos, pero hablan de la experiencia de la fe, en el encuentro con Cristo Jesús. Además, como no nacieron para la celebración de la liturgia, carecen de características que la iglesia pide para el canto litúrgico.

Esto propicia una falta de claridad que en algunas ocasiones crea tensión entre algunas personas que quieren introducirlos sin más en la liturgia y otras que defienden celosamente el canto litúrgico como algo totalmente diferente.
Esta expresión musical debe tener su lugar dentro de la vida de la Iglesia; es una riqueza, es necesaria, no debe sofocarse, ya que evangeliza, cristianiza y llega a ámbitos más extensos que la celebración litúrgica; podríamos decir que la prepara y la prolonga.

Habiendo valorado suficientemente este canto espontáneo de la juventud, hablaremos del canto litúrgico.

Querido joven compositor:

No pienses que la liturgia va a frenar o a limpiar tu creatividad; al contrario, el exigirte más, pone ante ti un reto que te invita a superar, a dar un paso más hacia la profundidad de tu fe y de tu creación musical, ya que te da la oportunidad de participar con tu canto en la CELEBRACION DEL MISTERIO: la intervención salvadora de Dios en el aquí y ahora, por medio de la ACCION LITURGICA.

Yo creo que esto entusiasma, joven compositor, que posees un verdadero talento musical y que no quieres conformarte con seguir repitiendo o copiando, por inercia o falta de esfuerzo los cantos que se usan, que están de moda, pero que al no tener fundamento, como toda moda, caen sin haber dejado nada.
Te invito a examinar algunas características que debe tener un canto para que sea realmente litúrgico.

I. INTIMAMENTE UNIDO A LA ACCION LITURGICA

El no. 112 de SC, nos dice que "el canto sagrado constituye una parte necesaria o integral de la liturgia solemne".

a) Debes, tener por consiguiente un amplio conocimiento de lo que es la liturgia de la iglesia; saber el contenido, el significado, el sentido de cada parte de la celebración, para que tu canto se adecúe perfectamente bien en cada momento, con sus características propias. El Concilio recomienda vivamente que los compositores tengan formación litúrgica (SC 115).

b) Tu canto debe propiciar la participación activa de toda la asamblea. Esto despliega ante ti maravillosas posibilidades, ya que puedes combinar a la vez música muy elaborada que cante el coro o solistas, con partes más sencilla en las que puedan unirse todos los participante de la celebración.
Seguramente has experimentado la belleza y la fuerza expresiva que tiene el que todo un pueblo de Dios reunido, aclame y cante a su Señor, y no sólo un pequeño grupo.

c) Los diferentes tiempos del Año Litúrgico te dan la oportunidad de dar a tu canto una gran variedad de expresión. No es los mismo un canto de Adviento, que uno de Navidad, o de Cuaresma o de Pascua y Pentecostés. Así como los ornamentos del sacerdote cambian de color, que perciben los ojos, tu canto debe cambiar de color que perciban los oídos. No sólo el texto, sino la música misma, debe hacer sentir el acontecimiento que celebra la Iglesia. Esto supone que debes adentrarte muy profundamente en la contemplación del misterio de Dios. Y aún cuando se use el mismo texto, por ejemplo, el Aleluya, suena distinto un aleluya navideño que un aleluya pascual. No caigamos en la rutina de todo el año, esto es falta de sensibilidad, pero también falta de esfuerzo.

II. FIDELIDAD A LA PALABRA

Te pide el Concilio que para componer tus cantos tomes principalmente la misma Palabra de Dios (SC 121), porque esta Palabra tiene vida en sí misma y la comunica, ya que en la Sagrada Escritura el mismo Dios habla y nos da su Palabra, que es Cristo el Señor, vivo y presente entre nosotros. Juntamente con toda la Iglesia, los músicos estamos comprometidos con el anuncio de la Buena Nueva que es el Señor Jesús. Tu canto no debe anunciar otra cosa que a Cristo, el Hijo de Dios y de María.
Es verdad que no siempre es posible que todo el canto sea literalmente la Palabra de Dios, por eso el Concilio nos da la oportunidad de componer letras, pero con la condición de que estén de acuerdo con la doctrina católica (SC 121). Si además del don de la música, el Señor te dio el don de la poesía ¡te felicito!, pues tiene la capacidad de comentar con propiedad y belleza los contenidos de la fe.

Si en la actualidad hay pobreza musical en muchos cantos, igual pobreza o mayor aún la hay en las letras de los cantos y con mayor trascendencia, pues la palabra es la que transmite el concepto, la que debe contener la verdad; y qué irresponsabilidad al transmitir, no la Palabra de Dios, sino palabrillas desabridas y aún con errores de fe. Dice un autor: "Dime lo que cantas y te diré lo que crees".
Siéntete, pues, responsable del inapreciable don que el Señor te da al entregarte su Palabra.

Si en verdad crees esto: ¿cómo debes tomar la Palabra?

a) Primero con grande fe, respeto y amor; llevarla a la oración, para que el Espíritu te descubra su profundidad y te haga captar su mensaje. Es en este primer momento donde se inicia el nacimiento de tu canto. Al captar la hondura de lo que se te revela, tendrás la intuición de la música que debe acompañar esa Palabra. Después seguirán otros pasos más técnicos, pero muy necesarios.

b) Recita en voz alta el texto que quieres musicalizar. Descubre el ritmo literario que tiene, localiza los acentos de las palabras, declámalo, disfrútalo.

c) Traduce en melodía todos estos elementos que ya tienes y no olvides lo siguiente: la melodía es servidora de la palabra, se une a ella para elevarla, para revestirla de belleza y ayudar a que llegue más fácilmente más cálidamente a los que la escuchan. Debe ser como un pedestal donde la luz brille más alto.

d) No destroces la Palabra, es un tesoro que tienes en tus manos. Me preguntarás cómo puedes destrozarla . Por ejemplo, cuando, sin tenerla en cuenta, piensas primero en hacer música; pones melodía, ritmo, instrumentación, efectos y demás, y después metes la palabra para acomodarla a lo que prefabricado por ti, y que lógicamente ni va de acuerdo con su sentido, cuando las palabras se acentúan más al ser cantadas, cuando no corresponde su sentido al estilo de música que pusiste.
Este error en la actualidad es muy frecuente.

Hay cierta obsesión por repetir ritmos muy usados, muy desgastados, más bailables que cantables; posiblemente en un primer momento tengan aceptación, pero no sirven realmente a la palabra. Hay muchos cantos que aprietan literalmente las palabras para que quepan en un esquema rítmico o lógicamente no se oye ni se capta lo que se está cantando, porque no hay declamación, no hay anuncio, no hay evangelio; hay sólo un ruido sin sentido.

Pedirás seguramente que te dé un modelo para captar más claramente lo que te digo. Sí, si hay un modelo: el canto gregoriano.

Examina en que forma toma la palabra, cómo la declama, la eleva y le da profundidad, cómo la introduce con suavidad y belleza en el interior de quien lo canta o lo escucha. Por eso ha sido alimento espiritual de la iglesia durante tantos siglos, y aún ahora el Concilio nos lo propone en primer lugar (SC 116). Escucha el canto gregoriano, estúdialo, cántalo, sumérgete en su profundidad, y saca de ese manantial, sin copiarlo servilmente, inspiración para tu propio canto.

III. FIDELIDAD AL ESPIRITU

Seguramente habrás captado ya la presencia del Espíritu al hablar de la Palabra, y así es; siempre están unidos Palabra y Espíritu. Sólo por el Espíritu podemos acoger la Palabra. Sin embargo, voy a hablarte ahora del Espíritu en su relación que tiene con la música. Al hablar de esto, hablamos de lo inefable, de lo que nuestra razón no puede comprender; entonces debes saber que lo que te digo es como un balbuceo bastante impreciso; pero conviene que así sea. No se puede precisar lo que no se puede comprender con la razón.

a) El Espíritu de Dios tiene como nombre Ruah en hebreo, Pneuma en griego, Spiritus en latín; y los tres nombres significan lo mismo: VIENTO, SOPLO DE VIDA.
En el libro de la Sabiduría (1,7) se nos dice de este Viento de Yahveh, que: "él, que todo lo abarca, posee la ciencia de la voz", (según la traducción latina) y en el Salmo (33,6), se nos habla del Espíritu Creador, como la Voz del Señor, el soplo de su boca, que juntamente con la Palabra, hacen brotar los cielos y la tierra, que glorifican y cantan a Yahveh (Sal 103; 104 y muchos más).
En tu canto, unes la palabra al soplo de tu boca para que por tu voz que canta, la palabra se haga sonora y pueda ser escuchada.
Por la fe y por la gracia la palabra y el Espíritu habitan en d, y es "el mismo Espíritu el que une a ti con gemidos inefables "(Rom 8,26) para expresar tu alabanza a Dios.

b) Otra relación íntima entre Espíritu y música la encontramos muy frecuentemente en los Salmos: el gozo, la alegría. El salmista se siente lleno de gozo, de la alegría de Dios, y de allí brota su canto: "¡Gritad de gozo a Dios, nuestra fuerza, aclamad al Dios de Jacob!, ¡Entonad la salmodia, tocad el tamboril, la melodiosa cítara y el arpa...!" (Sal 81,2-3); "Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo...Dichosos los que te alaban por siempre" (84,3-5) "¡Venid, cantemos gozosos a Yahveh!" (95,1). Y muchísimos más.
El gozo espiritual es fruto del Espíritu Santo; entonces el manantial de donde brota tu canto lleno de alegría que alaba a Dios, es el mismo Espíritu Santo.

c) También en los Salmos encontramos la relación que hay entre el amor y el canto "Quiero cantar el amor y la justicia, para ti, Yahveh, salmodiare" (101,1); "A punto está mi corazón, oh Dios, voy a cantar, voy a salmodiar ¡despierta, gloria mía!... ¡despertad cítara y arpa! ¡a la aurora he de despertara (108,2); "Sácianos de tu amor a la mañana, que exultemos y cantemos toda nuestra vida" (90,14). Y otros muchos más. San Agustín también nos dice: "Es propio del que ama el cantar".
Y el Espíritu Santo es el Amor personal de Dios.
Entonces, tu canto es amor, es gozo que se expresa en el viento de tu voz, impulsado por el que es AMOR, GOZO, VIENTO. Tu canto es inspirado por él.

IV. LA INSPIRACION

La inspiración es como el toque del Espíritu en tu interior en el que te revela intuitivamente algo del Misterio de Dios, para que luego tú lo traduzcas, lo exprese externamente, por medio de tu canto. Lo pone en ti como semilla, que tú tienes que hacer fructificar.
No es fácil el paso de la inspiración, captada por intuición, hacia la concretización en la forma externa. Necesitas hacer despliegue de energía; es el momento de tu colaboración personal, de la creación artística. Lo anterior es regalo, es don, es carisma; este segundo paso es esfuerzo sincero por ser al don, ser fiel a lo intuido por inspiración.

En este despliegue de energía, debes ser exigente contigo mismo, no traicionar el don con tu falta de esfuerzo. Debe haber adecuación entre lo que intuiste y lo que expresas.

Para esto necesitas un estudio serio de la música. Debes hacerte ayudar por maestros que te enseñen la técnica de la composición, y esto supone un trabajo arduo. Muchos se detiene aquí; prefieren improvisar líricamente. Claro que hay genios que pueden hacerlo; lo malo es que algunos creen que son genios y no lo son en realidad, el resultado es una triste mediocridad.

El estudio serio de la música te va a dar posibilidades infinitas en la forma de expresar tu canto, y así podrás moverte con seguridad y libertad, sin temor. No caerás en cantinelas somnolientas y repetitivas, sino que darás a tu canto, una gran variedad de expresión, de acuerdo siempre a la Palabra.

V. CONCLUSIONES

Aportarás a la Iglesia un canto nuevo, lleno de belleza y de vigor y, a la vez, lleno de delicadeza y finura, que de todo esto tiene el Espíritu; es viento impetuoso y también brisa suave...; será tu canto, a la vez expresión de tu fe y de tu cultura, pues la Iglesia quiere que surja en cada pueblo una alabanza a Dios inculturada (Cfr. Sto. Domingo 13.29.35). Así colaborarás eficazmente a la ambición del Concilio, hacer que "la liturgia robustezca admirablemente sus fuerzas para predicar a Cristo" (SC 2).
Es posible que tú no seas precisamente compositor, pero eres encargado del coro de parroquia o de tu comunidad, o simplemente te interesa la música en relación con la liturgia; te sugiero que para seleccionar los cantos tomes en cuenta estos criterios y estas bases que, teniendo como fundamento las enseñanzas de la iglesia, aquí te propongo. Te serán útiles.

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