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domingo, 22 de abril de 2007

Comentario a la encíclica "Ecclesia de Eucharistia"




Por: P. Antonio Rivero LC (Tomado de Catholicnet)

El Papa Juan Pablo II, el 17 de abril del año 2003, Jueves Santo, regaló a toda la Iglesia una hermosa y sorprendente encíclica sobre la eucaristía, titulada: “La Iglesia vive de la eucaristía”.
La eucaristía es fuente de toda la vida cristiana. El Concilio Vaticano II dice “la eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia”. ¿Quién es el bien espiritual de la Iglesia? No son los cuadros de arte, ni las catedrales, no los copones de oro, ni las vestimentas bordadas... El bien espiritual es “Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo” (Concilio Vaticano II, Presbyterorum Ordinis, n. 5).

Una Iglesia, podría tener todo el arte sacro más bello del mundo, pero si no tiene la presencia viva de Cristo eucaristía, ¿de qué sirve ese arte? El arte sacro está al servicio y para gloria de Cristo eucaristía, como ya dijimos en la segunda parte de este libro al hablar de los elementos artísticos de la liturgia.

Una Iglesia podría carecer de estatuas, vítraux, órgano... pero si tiene la presencia viva de Cristo Eucaristía, lo tiene todo, pues las estatuas, el vitraux, el órgano, deben estar siempre al servicio y para gloria de Cristo Eucaristía.

¡Oh, la eucaristía!: “Sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual Cristo es nuestra comida, el alma se llena de gracia futura” (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 47).


Volvamos a la encíclica del papa Juan Pablo II. Consta de 62 números y está dividida así:


Introducción: Valor de la eucaristía (n. 1-10).


Capitulo I: La eucaristía misterio de fe (n. 11-20).


Capitulo II: La eucaristía edifica la Iglesia (n. 21-25).


Capitulo III: Apostolicidad de la eucaristía y la Iglesia (n. 26-33).


Capitulo IV: Eucaristía y Comunión eclesial (n. 34-46).


Capitulo V: Decoro de la celebración eucarística (n. 47-52).


Capitulo VI: En la escuela de María, mujer eucarística (n. 53-58).

Conclusión: n. 60-62.



Antes de comenzar a desglosar la encíclica de Juan Pablo II, recomiendo mucho leer y meditar los siguientes documentos, para ahondar en este gran misterio:


Del Vaticano II: Sacrosanctum Concilium. Cap. II


De Pablo VI: La encíclica “Mysterium fidei” 1965.


Instrucción “Eucharisticum Mysterium” de la Sagrada Congregación de Ritos, de 1967.


De Juan Pablo II: Carta “Dominicae Cenae”, sobre el misterio y el culto de la eucaristía de 1980.


Del tema de la eucaristía se podría decir lo mismo que de María, en frase de San Bernardo: “Acerca de María, nunca es suficiente”. En nuestro caso: “Acerca de la eucaristía nunca es suficiente”.

¿Qué queremos decir cuando hablamos de la Eucaristía?

Estamos hablando del Sacramento que nos regaló Cristo en la Última Cena, al querer quedarse con nosotros para siempre, dándonos su Cuerpo y Sangre, alma y divinidad, para alimentarnos, unirse a nosotros, entregarnos su vida divina, entrar en comunión con nosotros, acompañarnos durante está peregrinación terrena hacia la Patria Celestial, donde le disfrutaremos cara a cara sin los velos del pan y del vino.
También cuando hablamos de la eucaristía, estamos invitando a nuestros deberes para con este admirable y sublime Sacramento, es decir el culto que se merece Cristo eucaristía, Dios que se ofrece, se inmola, se sacrifica por nuestra salvación, y nos da a comer de su Cuerpo y a beber su Sangre, para que tengamos vida eterna.
Este culto trae consigo:


La asistencia y la participación atenta, consciente y fervorosa a la Santa Misa, cada domingo y si es posible, todos los días. ¡Dios nos salva en cada Misa!

La adoración a Cristo eucaristía, solemnemente expuesto sobre el Altar, en Horas Santas, momentos de oración.

La visita eucarística que deberíamos hacer durante el día, entrando en una iglesia y dialogando con ese Dios Compañero y Amigo que quiso quedarse en los Sagrarios para ser confidente del hombre.

El respeto, el decoro a cuanto rodea este misterio: templo, cálices, copones, manteles, nuestra manera de vestir en la iglesia, nuestra manera de estar, de rezar de leer las lecturas de la Misa, de guiar, de servir como ministros de la Sagrada Comunión, de celebrar la Santa Misa por parte del sacerdote.

Y en la catequesis, este tema de la eucaristía debe ser prioritario, explicado con unción, con amor, con fervor y extensamente. La eucaristía es el Sacramento más sublime, porque en él no sólo recibimos la gracia de Cristo, sino al autor de la gracia, en Cuerpo y Sangre, Alma y Divinidad.

¡Qué hermosa la oración que la Iglesia viene rezando ya desde hace siglos!:

- ¡Oh Sagrado convivio, en que Cristo es nuestra comida, se celebra el memorial de su Pasión, el alma se llena de gracia y se nos da la prenda de la gloria futura!
- Les diste Pan del cielo.
- Que contiene en sí todo deleite.

Finalmente, cuando hablamos de la eucaristía, estamos lanzando un gran compromiso a todos. No sólo a estar agradecidos eternamente por este incomparable regalo de la eucaristía, preludio y pregustación del cielo, sino sobre todo, a hacernos también nosotros eucaristía, es decir, inmolación y sacrificio; alimento y nutrición; presencia y compañía para todos aquellos hermanos nuestros que caminan en esta vida desfallecidos, con la mirada baja y triste, desesperanzados y desilusionados. Debemos hacernos pan, repartir el pan de nuestra fe, esperanza y caridad, y lograr con ellos una fraternidad hasta lograr la paz, la unión y la armonía en el mundo.

A todo esto nos compromete la eucaristía. Pidamos a Cristo Eucaristía que nos acreciente la fe en este gran misterio, para que nunca nos acostumbremos al asombro eucarístico, sino que caigamos siempre de rodillas ante él, agradeciendo, adorando, amando.

viernes, 13 de abril de 2007

La música en la Misa debe ser más digna y ayudar a las personas a rezar, dice el Papa Juan Pablo II


CNS / ACI
Vaticano
Tomado de : LA VOZ CATÓLICA
Arquidiócesis de Miami

Aunque el canto gregoriano y los órganos ocupan un lugar de honor en la historia de la música litúrgica, el empleo de nuevas composiciones y de otros instrumentos pueden ser apropiados en la Misa, siempre que reflejen el carácter sagrado de la celebración y ayuden a los fieles a rezar, expresó el Papa Juan Pablo II en un nuevo documento dado a conocer en italiano el 3 de diciembre, para conmemorar el 100º aniversario de un texto sobre el mismo tema, escrito por el Papa Pío X.

Aunque muchas canciones litúrgicas modernas se valen de estilos y de instrumentos “que no carecen de dignidad”, señaló el Papa, “es preciso garantizar que los instrumentos sean apropiados para el uso sagrado” y la dignidad del templo. Como dijo San Pío X 100 años atrás, “la música es una parte integral de la solemne liturgia, y no sólo un aditamento decorativo, escribe ahora Juan Pablo II.

La música empleada en la Misa tiene que ser música sagrada basada en textos sagrados, insistió Juan Pablo II. Su contenido y su ritmo tienen que seguir los gestos y el tono de la liturgia a la cual acompaña.



La liturgia asume un respiro cósmico y universal
Al día siguiente, 4 de diciembre, el Pontífice firmó una Carta Apostólica sobre la liturgia, que se publicó con ocasión del 40 Aniversario de la Constitución del Concilio Vaticano II Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia.

En la Carta de 16 puntos, el Santo Padre señala que la Sacrosanctum Concilium fue “primicia de aquella ‘gran gracia de la que la Iglesia se ha beneficiado en el siglo XX’, el Concilio Vaticano II”, que le concede la ocasión para “redescubrir las temáticas de fondo de la renovación litúrgica querida por los Padres del Concilio, verificar de alguna forma su recepción y dirigir la mirada hacia el futuro”.

“La vida litúrgica de la Iglesia asume un respiro cósmico y universal, marcando de manera profunda el tiempo y el espacio del hombre”, dice el Papa; y agrega que “en esta perspectiva se comprende también la renovada atención que la Constitución da al año litúrgico, el camino a través del cual la Iglesia hace memoria del Misterio Pascual de Cristo y lo revive”.

El Pontífice recuerda luego la importancia que el Concilio concede a la música sagrada “cuyo fin es ‘la gloria de Dios y la santificación de los fieles’”; así como al arte sagrado, que permite que “el culto pueda brillar también por el decoro y la belleza del arte litúrgico”.

“Un aspecto que es necesario cultivar con mayor compromiso en el interior de [las iglesias] es la experiencia del silencio”, dice el Santo Padre. “En una sociedad que vive de manera cada vez más frenética, frecuentemente aturdida por los ruidos y dispersa en lo efímero, redescubrir el valor del silencio es vital”, agrega.

Por eso, explica el Papa, “la pastoral litúrgica, a través de la introducción a las diversas celebraciones, debe inspirar el gusto por la oración”. En este aspecto, “es importante introducir a los fieles a la celebración de la Liturgia de las Horas, que, ‘en cuanto oración pública de la Iglesia, es fuente de piedad y alimento de la oración personal’”

Juan Pablo II señala luego el papel irrenunciable de los sacerdotes “en la educación para la oración y en particular en la promoción de la vida litúrgica” de los fieles laicos; una responsabilidad que no supone rigidez: “la renovación litúrgica realizada en estos decenios ha demostrado cómo es posible conjugar una normativa que asegure a la Liturgia su identidad y decoro, con espacios de creatividad y de adaptación, que la hagan cercana a las exigencias expresivas de las diversas regiones, situaciones y culturas”.

En el capítulo titulado “De la renovación a la profundización”, Juan Pablo II señala que “a la distancia de 40 años, es oportuno verificar el camino recorrido” y a propósito, lanza importantes preguntas a la Iglesia:

“¿Es vivida la liturgia como ‘fuente y culmen’ de la vida eclesial?”

“El redescubrimiento del valor de la Palabra de Dios, que la reforma litúrgica ha obrado ¿ha encontrado un resultado positivo al interior de nuestras celebraciones?”

“¿Hasta qué punto la liturgia ha entrado en la realidad vivida de los fieles y marca el ritmo de cada comunidad?”

“¿Es comprendida como camino de santidad, fuerza interior del dinamismo apostólico y del espíritu misionero eclesial?”

El Papa señala luego la necesidad de revisar los libros litúrgicos, destacando que en la base de esa revisión “debe existir un principio de plena fidelidad a la Sagrada Escritura y a la Tradición, autoritativamente interpretadas en particular por el Concilio Vaticano II”. Esta fidelidad, agrega, “compromete en primer lugar” a los obispos.

“En esta perspectiva –sigue el Santo Padre – resulta más que nunca necesario incrementar la vida litúrgica al interior de nuestras comunidades, a través de una formación adecuada de los ministros y de todos los fieles”.

“Es necesario, por tanto, una pastoral litúrgica a tono con una plena fidelidad a los nuevos ordines”, agrega el Papa, refiriéndose a los nuevos leccionarios.

Agrega luego que respecto del domingo como día del Señor, se han realizado “esfuerzos notables en la pastoral para que el valor de domingo fuera redescubierto. Pero es necesario insistir en este punto”, señala el Pontífice.

El Papa recuerda luego que la Sacrosanctum Concilium estimula a la comunidad cristiana “a intensificar la vida de oración no sólo a través de la Liturgia, sino también de los ‘ejercicios piadosos’, que realizados en armonía con la Liturgia, casi derivan de ésta y a ésta conducen”.

En la Conclusión, el Santo Padre destaca que la promulgación de la Sacrosanctum Concilium “ha señalado en la vida de la Iglesia, una etapa de fundamental importancia para la promoción y el desarrollo de la Liturgia”; y augura que “se desarrolle, al inicio de este milenio, una ‘espiritualidad litúrgica’, que haga tomar conciencia de Cristo como el primer ‘liturgo’, que no deja de actuar en la Iglesia, para gloria del Padre, en la unidad del Espíritu Santo”, afirma el Papa.

viernes, 6 de abril de 2007

La Música Sagrada acerca a las Iglesias Ortodoxa y Católica



ROMA, lunes, 2 abril 2007 (ZENIT.org).- «La Pasión según san Mateo», el concierto compuesto por el obispo ortodoxo ruso Hilarion Alfeyev de Viena y Austria, ha unido en la contemplación y en los aplausos a católicos y ortodoxos antes de comenzar esta Semana Santa, que en este año celebran en la misma fecha.

El «concierto de la unidad», como ha sido conocido en Roma, celebrado en el Auditorio de la Vía de la Conciliación junto al Vaticano, el pasado 29 de marzo, recibió una larguísima ovación del público, en buena parte representantes de la Curia Romana y de las comunidades religiosas de Roma.

Entre los presentes, se encontraba el cardenal Paul Poupard, presidente de los Consejos Pontificios para la Cultura y para el Diálogo Interreligioso, el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, el embajador de Rusia ante la Santa Sede, Nikolay Sadchikov, y el compositor Arvo Pärt.

Al inicio, se leyó un mensaje escrito por el patriarca Alejo II de Moscú y de todas las Rusias, en el que consideraba que el concierto «es para todos nosotros una buena preparación para los grandes y salvíficos días de la Semana de la Pasión y nos ayudará a comprender la grande obra expiatoria de nuestro Señor y Salvador Jesucristo».

«Sólo si somos conscientes de esta expiatoria proeza, seremos dignos de la especial alegría de encontrar al Señor resucitado en el luminoso día de la Pascua de Cristo», añadía el mensaje del patriarca, que fue leído por el cardinal Poupard.

El purpurado francés consideró que «La Pasión según san Mateo» no es simplemente «un acontecimiento único cultural, sino también y diría sobre todo un momento de reflexión y preparación para la gran Fiesta de la Pascua».

El concierto, añadió el purpurado, ofrece la oportunidad «de participar en primera persona en ese camino de conocimiento recíproco, de estima y de comunión deseada entre las dos Iglesias que continúa cada vez con mayor intensidad y fecundidad» para respirar «a pleno pulmón»

Es decir, aclaró, esta pieza artística permite respirar la riqueza del «patrimonio espiritual y cultural de oriente y de occidente, acogido y vivido en su unidad sustancial y en su creativa complementariedad cultural», afirmó el cardenal.

La «Pasión» fue dirigida por el maestro Vladimir Fedoseev (primer director de los Wiener Filarmoniker de 1997 a 2005), e interpretada por la orquesta sinfónica más grande de Rusia, la Gran Orquesta Sinfónica «Petr Chajkovskij», y por el Coro Tretjakovskij, el más famoso de Rusia, constituido en la capilla de San Nicolás de las Galería Tretjakov.

La transmisión del concierto fue realizada por el Centro Televisivo Vaticano. Entre los canales que mandaron en onda la composición musical se encontraban EWTN, la red televisiva católica mundial, y Telepace.

TOMADO DE Catholicnet