RADIO CATÓLICA ON-LINE

viernes, 2 de mayo de 2008

El Domingo en la vida de la Iglesia

Ofrecemos a continuación la conferencia del liturgista mexicano Pbro. Alberto Aranda Cervantes en el marco del "XXX Congreso Nacional de Música Sagrada" realizado en Colima Colima México. Esperamos sus amables comentarios. Pedimos por favor referenciarnos como fuente si esta es tomada para ser publicada.








“EL DOMINGO EN LA VIDA DE LA IGLESIA”
Pbro. Alberto Aranda Cervantes MSp.


INTRODUCCIÓN

“No puedo ser Cristiano sin la Eucaristía…”


El domingo 12 de febrero del año 304, un grupo de 49 cristianos fue sorprendido celebrando la Eucaristía en Abitina, en la actual Túnez. Estaba totalmente prohibido, bajo pena de muerte, el culto cristiano. Fueron llevados a Cartago y allí la administración romana cuidadosamente les siguió un proceso, cuyas actas se conservan.

“¿Asististe a la reunión?”, es la pregunta que se hace a cada uno de los convictos, entre los que hay jóvenes, niños y viejos, hombres y mujeres. “Soy cristiano” es también la respuesta de todos. “No te pregunto si eres cristiano sino si asististe a la reunión”. “Sine Dominico non possumus”. “Es que no podemos ser cristianos, sin la Eucaristía”, es la admirable respuesta.

“No puedo ser cristiano sin la Eucaristía dominical”, y hay que recordar que en aquella época, por una parte, el domingo no era todavía día de descanso y, por otra, que la obligación legal de la asistencia dominical a la Eucaristía todavía estaba lejana de ser codificada.

“No puedo ser cristiano sin la Eucaristía dominical”, ¡qué clara y decidida convicción! ¿De
dónde procedía?

Contrastando con una actitud actual

El cardenal De Lubac, decía: “La Iglesia hace la Eucaristía, pero la Eucaristía hace a la Iglesia”.

Cómo contrasta con otras afirmaciones que hoy, a veces, escuchamos. Como Mimí, la heroína de la ópera La Bohème, muchísimos cristianos dicen: “No voy siempre a Misa, pero siempre ruego al Señor”, o también: “yo soy cristiano, pero a mi modo”. ¿Se puede ser cristiano sólo desde una oportunidad distinta a la de Cristo?

Yo voy a Misa cuando ‘me nace’: ¿Se puede ser cristiano sólo desde una oportunidad de sentimiento?, ¿y no desde una convicción amorosa?”.

Cristo- Domingo- Eucaristía


Haré ante todo una aclaración: Hay una unidad absolutamente imposible de romper entre Cristo, el Domingo y la Eucaristía. Habrán notado cómo en nuestra lengua cada uno de estos tres elementos inseparables nos suenan muy diferentes. Pero podemos ayudarnos de nuestros antepasados en la fe, griegos o latinos, porque en su lengua estos tres términos tienen un parecido muy grande:

Griego---- Latín--------- Castellano
Kyrios – Dominus – El Señor
Kyriaké – Domínica – El Domingo
Kyriakón – Domínicum – La Eucaristía

Haremos después una profundización del sentido de cada una de estas palabras. Pero comenzaré poniendo las bases escriturísticas y las de la primerísima tradición.

La primera Tradición:

El Señor Jesús al iniciar su pasión, de la que brotaría la resurrección y la vida nueva, instituyó en la Última Cena el memorial de su Pascua: “Hagan esto en memoria mía”.

Los Apóstoles oyeron la palabra Zikkaron, que fue traducida en los evangelios como Anámnesis y entendieron que aquello era un memorial como decimos nosotros, es decir una institución, un monumento, un rito que hacía presente un hecho de salvación. El principal modelo lo tenían en el rito mismo que estaban celebrando: la Cena pascual. El principal hecho salvífico para los hebreos era la Pascua, es decir el Paso, el paso de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida, el paso de no ser pueblo al de ser pueblo y pueblo con el que Dios hizo un pacto, el paso de la muerte a la vida.

De este hecho sólo fueron testigos y participantes unos pocos, pero Dios instituyó un memorial: la Cena de Pascua que hacía experimentar y vivir a las siguientes generaciones la misma realidad original.

Este memorial hebreo curiosamente fue instituido antes que sucedieran los acontecimientos que conmemoraría.

Volviendo a lo anterior, los Apóstoles intuyeron que ahora se trataba de un memorial, tal como les dijo Jesús, es decir, un rito que haría presente a las sucesivas generaciones lo que estaba iniciándose: su pasión, es decir, sus sufrimientos, su humillación y su muerte de la que nacería su vida nueva y gloriosa de la cual íbamos a participar todos.

Esta vida nueva, gloriosa, la experimentaron los primerísimos cristianos en el día que los hebreos llamaban día primero (de la semana). Los latinos en cambio lo llamaban dies solis (el día del sol), y que pronto va a ser llamado por los cristianos: Día del Señor, dies domínica, he kyriaké heméra.

Ese memorial de la Pascua de Cristo se comenzó a celebrar el día de la Resurrección.



LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS.

Por la mañana (Jn 20, 1-18)

El primer día de la semana se manifiesta a María, ella no lo reconoce, cree que es el jardinero, hay un signo para el reconocimiento: “María”, y luego la dirección hacia el testimonio: “Ve a decirle a mis hermanos”.

En la tarde-noche (Lc 24, 13-35)

“Aquel mismo día…” (domingo), dos discípulos regresan a su tierra, Emaús. No lo reconocen, creen que es otro caminante; lo reconocen en la fracción del Pan. El testimonio: “y se volvieron a Jerusalén… contaron lo que les había pasado.”

Por la noche (Lc 24, 36)

El mismo día por la noche. Estaban reunidos. Se presentó Jesús. Lo desconocen, “pensaban que era un fantasma”. Aquí le costó más trabajo a Jesús que lo reconocieran: “Mírenme…, pálpenme, traigan algo de comer”.

Lo reconocen… “les abrió el entendimiento”. El testimonio: “Ustedes son testigos de todo esto”.

– Cada domingo, al manifestársenos Jesús en “la Fracción del Pan”, la Eucaristía, debemos crecer en su conocimiento y salir de la celebración decididos a dar el testimonio”.

– A los cincuenta días, igualmente en domingo, Cristo envía el Espíritu Santo a su Iglesia, tal como lo había prometido, para fuerza, iluminación, unidad.
Testimonio: “Recibirán una fuerza, el Espíritu Santo, que descenderá sobre ustedes, para ser testigos míos… hasta los confines del mundo”(Hech 1, 8).

– Tiempo después, está Pablo en Tróade (Hech 20, 7-12):
“El primer día de la semana nos reunimos a partir el Pan…”.

– Pablo escribe a la comunidad de Corinto. En Jerusalén le hacían encargo que hiciera una colecta para su sustento.
“Cada primer día de la semana pongan aparte cada uno por su cuenta lo que consigan ahorrar…”

– Aparece por primera vez el nombre específicamente cristiano. (Apoc 1, 10).
“Un domingo (en te kyriaké heméra) me arrebató el Espíritu…”.

Los testimonios primitivos:

– La Didajé “(Enseñanza de los Apóstoles”). s. I
Cap. XIV: “El día del Señor, congréguense en asamblea para la Fracción del Pan y la Eucaristía”.

– Apología primera de Justino. s. II
Justino es un convertido, maestro de filosofía. Escribió dos apologías (defensas) dirigidas al emperador Antonino Pío (138-161). Murió mártir.

“El día que se llama del Sol (está escribiendo a un pagano) se celebra una reunión de todos los que habitan en las ciudades o en los campos… Celebramos esta reunión por ser el día primero, en el cual Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y también por ser el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos”.

– La “Tradición Apostólica” de Hipólito, muy al principio del siglo III. Describe y da las fórmulas de la ordenación de un obispo: “Que se ordene como obispo al que haya sido escogido por todo el pueblo. Cuando se haya pronunciado su nombre y que él haya acordado, el pueblo se reunirá con el Presbiterio y los obispos que están presentes, el día domingo”.

– Bardesano. Filósofo y poeta de origen sirio, educado en Odesa, amigo de Abgar IX el Grande, convertido al cristianismo, murió en 222: “¿Qué diría yo de la nueva raza cristiana, que Cristo fundó, por su venida, en todo lugar y en todo país, al punto que, donde quiera que nos encontremos, se nos llama cristianos a causa del único nombre de Cristo, y porque todos nos reunimos el primer día de la semana…?”.

– Y por último, la “Didascalía de los Apóstoles” (la enseñanza de…).

No se sabe si situarla en la primera o en la segunda parte del siglo III:

Puesto que ustedes son miembros de Cristo, no se pierdan ustedes mismos fuera de la Iglesia, al no reunirse en ella. Porque ustedes tienen a Cristo como cabeza, quien, conforme a su promesa, está presente y en comunión con ustedes. No se desprecien a ustedes mismos, y no priven a nuestro Salvador de sus miembros; no desgarren y no dispersen su cuerpo; no pongan sus negocios temporales por encima de la Palabra de Dios, sino que abandonen todo el Día del Señor, y corran con diligencia a sus iglesias. Si no, ¿qué excusa tendrán, ante Dios, los que no se reúnen el Día del Señor para escuchar la Palabra y alimentarse de la comida divina que dura eternamente?

Y más adelante:
Y, en el ágape de la asamblea, el Domingo, aquellos que cuando vienen, no están atentos, sino que se duermen y hablan de otras cosas… entran vacíos a la iglesia y salen de ella todavía más vacíos….

Y por último:

“El primer día de la semana estén siempre alegres, porque el que se aflige el primer día de la semana comete pecado”.

La Enseñanza Actual

El Concilio Ecuménico Vaticano II

El Papa Pablo VI en los últimos días de la reunión hablaba de su “valor extraordinario religioso, doctrinal, espiritual, pastoral e histórico”. Y del “misterio de sabiduría y de gracia que ofrece y por mucho tiempo ofrecerá a nuestra meditación…”.

El primer documento aprobado y publicado fue el de Liturgia.

El Papa Pablo VI decía sobre él: “El primero que fue examinado y en un cierto sentido el primero también por la excelencia intrínseca y por su importancia para la vida de la Iglesia es el de la Sagrada Liturgia”.

En el capítulo V, sobre el Año Litúrgico, en el número 102 dice:

La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana, en el día que llamó “del Señor”, conmemora su resurrección, que una vez al año celebra también, junto con su santa Pasión en la máxima solemnidad de la Pascua.

Y se especifica en el n. 106:

La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho días, en el día que es llamado por razón “día del Señor” o domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pe 1, 3). Por esto, el domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a la piedad de los fieles, de modo que sea también día de alegría y de liberación del trabajo. No se le antepongan otras solemnidades, a no ser que sean, de veras, de suma importancia, puesto que el domingo es el fundamento y el núcleo de todo el año litúrgico.

Y volvemos al n. 102:

Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor….


Juan Pablo II

Y ya en nuestros días, el querido y recordado Papa Juan Pablo II dirigió a toda la Iglesia católica una carta apostólica que se llama “Dies Domini”.

En la introducción el Papa, al modo de la obertura de muchas óperas, presenta los temas que luego van a ser desarrollados en la obra. Destaco algunos.

El día del Señor –como ha sido llamado el domingo desde los tiempos apostólicos– ha tenido siempre, en la historia de la Iglesia, una consideración privilegiada por su estrecha relación con el núcleo mismo del misterio cristiano. En efecto, el domingo recuerda, en la sucesión semanal del tiempo, el día de la resurrección de Cristo. Es la Pascua de la semana, en la que se celebra la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, la realización en él de la primera creación y el inicio de la “nueva creación” (Cfr 2 Cor 5, 17). Es el día de la evocación adoradora y agradecida del primer día del mundo y a la vez la prefiguración, en la esperanza activa, del “último día”, cuando Cristo vendrá en su gloria (Cfr Hech 1, 11; 1 Tes 4, 13-17) y hará un mundo nuevo (Cfr Apoc 21, 5).

El Domingo pone de relieve el sentido del tiempo:

Hay pues motivos para decir, como sugiere la homilía de un autor del siglo IV, que el “día del Señor) es el “señor de los días”. Quienes han recibido la gracia de creer en el Señor resucitado pueden descubrir el significado de este día semanal con la emoción vibrante que hacía decir a san Jerónimo: “El domingo es el día de la resurrección; es el día de los cristianos; es nuestro día”. Ésta es efectivamente para los cristianos la “fiesta primordial”, instituida no sólo para medir la sucesión del tiempo, sino para poner de relieve su sentido más profundo.

Visión del domingo por el devenir socio-económico

Nadie olvida en efecto que, hasta un pasado relativamente reciente, la ‘santificación’ del domingo estaba favorecida, en los Países de tradición cristiana, por una amplia participación popular y casi por la organización misma de la sociedad civil, que preveía el descanso dominical como punto fijo en las normas sobre las diversas actividades laborales. Pero hoy, en los mismos Países en los que las leyes establecen el carácter festivo de este día, la evolución de las condiciones socioeconómicas a menudo ha terminado por modificar profundamente los comportamientos colectivos y por consiguiente la fisonomía del domingo.

El Domingo: ¿mero fin de semana?

Se ha consolidado ampliamente la práctica del “fin de semana”, entendido como tiempo semanal de reposo, vivido a veces lejos de la vivienda habitual, y caracterizado a menudo por la participación en actividades culturales, políticas y deportivas, cuyo desarrollo coincide en general precisamente con los días festivos. Se trata de un fenómeno social y cultural que tiene ciertamente elementos positivos en la medida en que puede contribuir al respeto de valores auténticos, al desarrollo humano y al progreso de la vida social en su conjunto. Responde no sólo a la necesidad de descanso, sino también a la exigencia de “hacer fiesta”, propia del ser humano. Por desgracia, cuando el domingo pierde el significado originario y se reduce a un puro “fin de semana”, puede suceder que el hombre quede encerrados en un horizonte tan restringido que no le permite ya ver el “cielo”. Entonces, aunque vestido de fiesta, interiormente es incapaz de “hacer fiesta”.

A los discípulos de Cristo se pide de todos modos que no confundan la celebración del domingo, que debe ser una verdadera santificación del día del Señor, con el “fin de semana”, entendido fundamentalmente como tiempo de mero descanso o diversión. A este respecto, urge una auténtica madurez espiritual que ayude a los cristianos a “ser ellos mismos”, en plena coherencia con el don de la fe, dispuestos siempre a dar razón de la esperanza que hay en ellos (Cfr 1 Pe 3, 15). Esto ha de significar también una comprensión más profunda del domingo, para vivirlo, incluso en situaciones difíciles, con plena docilidad al Espíritu Santo.

En efecto, el deber de santificar el domingo, sobre todo con la participación en la Eucaristía y con un descanso lleno de alegría cristiana y de fraternidad, se comprende bien si se tienen presentes las múltiples dimensiones de ese día, al que dedicaremos atención en la presente Carta.

Los títulos de los sucesivos capítulos nos guían a una iluminación nuestra

1.– Celebración de la obra del Creador, el Shabbat gozoso, descanso del Creador: “Bendijo Dios el día séptimo y lo santificó” (Gén 2, 3)


2.– Día del Señor resucitado y el Don del Espíritu.
La Pascua semanal
Primer día de la semana
El octavo día
El don del Espíritu Santo
Día irrenunciable

3.– Día de la Iglesia
La asamblea eucarística
La Eucaristía dominical
Banquete pascual y encuentro fraterno
De la Misa a la misión
El precepto dominical
Celebración gozosa y animada por el canto.

4.– Día del hombre
Domingo día de alegría, descanso y solidaridad.

5.– Día de los días.
Domingo, fiesta primordial
Reveladora del sentido del tiempo.

Y el Papa termina así su enseñanza:

Descubierto y vivido así, el domingo es como el alma de los otros días, y en este sentido se puede recordar la reflexión de Orígenes según el cual el cristiano perfecto ‘está siempre en el día del Señor, celebra siempre el domingo’. El domingo es una auténtica escuela, un itinerario permanente de pedagogía eclesial. Pedagogía insustituible especialmente en las condiciones de la sociedad actual, marcada cada vez más fuertemente por la fragmentación y el pluralismo cultural, que ponen continuamente a prueba la fidelidad de los cristianos ante las exigencias específicas de su fe.

Que los hombres y las mujeres del tercer Milenio, encontrándose con la Iglesia que cada domingo celebra gozosamente el misterio del que fluye toda su vida, puedan encontrar también al mismo Cristo resucitado. Y que sus discípulos, renovándose constantemente en el memorial semanal de la Pascua, sean anunciadores cada vez más creíbles del Evangelio y constructores activos de la civilización del amor.

¡A todos mi Bendición!

Y así termina esta nuestra pequeña meditación sobre “El Domingo en la vida de la Iglesia”.

Sugiero una reflexión comunitaria o personal sobre cómo cooperar, desde el ministerio de la música, a que la Eucaristía dominical verdaderamente aparezca como centro de la vida eclesial.

Febrero 2008

No hay comentarios: